Cuando dejamos Nkhata Bay
tristes, sin mucha gana de ver animales africanos sino más bien seguir
reposando sobre hamacas, con la mirada puesta en ese lago cristalino y con la
maravillosa compañía que encontramos en Mayoka Village. A esto podemos sumarle
el peor momento del viaje, pinchamos una rueda del coche. Afortunadamente
aparecieron en la carretera unos paisanos amables para ayudarnos a cambiarla y
nos indicaron dónde cambiarla y su precio aproximado, y acertaron. Así como en
otros sitios podríamos habernos encontrado con un aumento radical del precio
(estafar un poquito al turista), no resultó así. Por arreglar la rueda 800Mk
(2’85$, de risa). Una vez arreglada seguimos adelante.
Por fin llegamos a Vwasa Marsh
Reserve, el lugar que nos atrajo mientras planeábamos las vacaciones y nos informábamos
sobre los lugares y actividades que podíamos hacer. No defraudó. Esta reserva,
actualmente gestionada por el gobierno y bastante alicaída, es un lugar en el
que se pueden hacer poquitas cosas: descansar, observar, y como única actividad
organizada ruta a pie. Las personas que trabajan en la zona del alojamiento residen además dentro del parque con sus
familias. Vwasa está situado en la zona norte de Malawi y termina en la
frontera con Zambia (también en un parque natural). Con anterioridad estos dos
parques tenían muchos problemas debido a los cazadores furtivos que una vez
traspasaban la frontera de un país u otro no podían ser juzgados por sus
delitos. Afortunadamente ambos parques han llegado al acuerdo de que pasen o no
esa frontera, estos cazadores podrán ser detenidos y juzgados preservando así a
los animales de los parques (y el sentido común).
Aquí no acampamos, por primera
vez en todo nuestro recorrido malauí. Frente a las cabañas puedes ver un
laguito pequeñito (más bien una estanca grande). Encontramos un grupo de 4
alemanes de visita, estaban en la única zona donde se podía estar, el dinning,
y a ellos nos unimos. Pasamos un buen rato observando a los hipopótamos que
descansaban (porque no hacen otra cosa) plácidamente en el agua y a los elefantes
tras ella, las gallinas de guinea y algún impala.
Los elefantes al llegar a Vwasa
Una de las familias de hipopótamos
por fin fuera del agua
Monos bebiendo agua
Tan pronto estábamos mirando al
agua como por el rabillo del ojo vemos aparecer a dos elefantes a buen paso.
Nos quedamos realmente helados, sabíamos que en Vwasa podríamos verlos cerca,
pero no nos los esperábamos tan de repente. Así pasamos el resto de la tarde,
impresionados.
Primeros elefantes muy de cerca
En Vwasa no hay electricidad así que a partir de las 6 sólo
pudimos escuchar a los animales y admirar el cielo estrellado. Cenamos la
comida que llevamos y nos prepararon a la luz de la vela (había 2 para una mesa
de 6, así que solo había una que nos alumbraba). Llegaron otros dos alemanes, Lisa
y George (era más fácil llamarle George). Ellos sí montaron la tienda junto a
una cabaña.
Atardecer en Vwasa
La noche pasó tranquila y a las 7
de la mañana salimos los 8 para hacer la ruta con nuestro guía. Al igual que en
Majete, el guía estaba perfectamente preparado, ofreciéndonos toda la
información posible (¡con su nombre en inglés, en chichewa y científico!). Paseamos, nos mostró árboles, pájaros y una
nueva (para nosotros) especie de ciervo, un puku que se había unido a una
manada de impalas.
Vistas desde la cabaña al levantarnos
Vistas desde el dinning
Sausage tree (árbol de la salchicha)
cada fruto pesa 10k
En su medio habitual
Puku (más oscuro que los impalas)
¿Era la temporada seca no?
Huella de un hipopótamo, 4 dedos
Huella de elefante
Navegando entre hipopótamos
Cuando íbamos volviendo hacia
nuestro punto de inicio, paramos junto a la orilla para ver una familia de
hipopótamos que, para variar, descansaban en el agua. Además nos contó una
maravillosa historia sobre el por qué de los hipopótamos.
“Los animales de que habitaban la
tierra se burlaban de los hipopótamos porque eran animales muy gordos. Entonces
los hipopótamos le pidieron a Dios que por favor les dejase quedarse en el
agua. Dios se negaba porque decía que se comerían a los peces. Los hipopótamos
juraban y juraban que no se los comerían. Pero Dios no se fía y se negaba. Entonces
los hipopótamos le prometieron que si les dejaba vivir en el agua se pasarían
el día abriendo la boca hacia el cielo para enseñarle que no había peces en su
boca y removerían la cola al hacer caca y así la esparciría para demostrarle
que no había espinas de pescado en sus restos. Entonces Dios cedió y les
permitió estar en el agua”. ¡Graciosa y curiosa cuando menos es!
Familia de hipopótamos frente al dinning
Así le enseñan a Dios su promesa
Regresamos al dinning y así como
el grupo de alemanes se marchaba, Lisa, George, N y yo comimos y descansamos. Después
de eso volvimos al dinning (como ya dije, no había nada más que hacer); y otra
vez, mientras admirábamos a los hipopótamos aparecieron, esta vez 3 (dos
adultos y otro joven), elefantes a buen paso. Pero aminoraron la marcha en
cuanto detectaron nuestro coche junto a la cabaña. Se pararon a mirarlo. Y el
joven siguió adelante. Se pararon a 2 metros del dinning (3-4 metros de
nosotros) y nos observaron mientras les tirábamos tropecientas fotos. Se adelantaron
a la zona de delante (pero a la misma distancia) y con cada click de la cámara
nos miraban más. Nos quedamos quietos y en silencio, evitando hacer cualquier movimiento
que pudiera hacerles sentirse amenazados. Cuando su curiosidad se sació se
marcharon y nos dejaron con el corazón palpitante y una excitación inexplicable.
No pudimos hablar de otra cosa en el resto del día.
Aparecieron por un lateral
Se acercaron mucho
(éste es el árbol de la siguiente historia)
¡Pero mucho!
¡Mucho mucho mucho!
Lamentablemente esta experiencia
quedó en segundo plano cuando por la noche llegaron dos señores (de unos
cincuenta y tantos), un italiano y un francés. Pero empecemos con la historieta
desde el principio. El italiano y el francés llegaron cuando ya había
oscurecido y aún así plantaron su tienda junto a otra cabaña (distinta de la de
Lisa y George). Durante la cena, como con el resto de turistas, nos estaban
contando sus aventuras cuando oímos ruidos a nuestro alrededor. Para saber qué
había fuera del dinning había que encender la linterna y enfocar al lugar del
que procedían los ruidos. ELEFANTES, una buen grupito. Pero a uno de ellos esta
luz no le gustó, se reviró y se dirigió hacia nosotros corriendo, pero como ya
dije en la segunda entrada sobre nuestra aventura en Malawi (GO GO GO), no
atacan directamente (por suerte!). El elefante hizo todo el repertorio de
amenazas (mover las orejas, tirar arena, barritar…) mientras el tonto (se
admiten otros calificativos) del italiano seguía flasheándole la linterna a los
ojos, hasta el punto en que dejó caer todo su cuerpo sobre el árbol que
teníamos cerca. Por fin conseguimos que el italiano dejara la linternita, pero
siguió un rato a voces. Una vez que se cayó, el elefante se alejó con su grupo
y no regresó. Imagínate que estas en la más absoluta negrura y alguien te
enciende y apaga la luz de un flexo enfocado a los ojos, ¿cuál sería tu
reacción? Y tú no eres un elefante, no pesas 5 toneladas. En todo nuestro viaje,
este incidente fue el peor, el que nos hizo pasar miedo; y todo por la
irresponsabilidad de un inconsciente que no sólo se la jugó sino que puso en
peligro a las personas que le rodeaban. Después de una cosa así, todos los
ruidos de la noche te inquietan (y eso que dormíamos en la cabaña). Si eliminamos
esto, más que nada a éste individuo, Vwasa Marsh fue la experiencia más
apasionante de todo el recorrido. Con esto no queremos decir que los otros
sitios visitados no fueran suficiente, pero esto era salvaje y real.
Panorámica desde el dinning
Solo quedan dos entradas para
terminar nuestro recorrido por el paraíso, no te lo pierdas.