20 de enero de 2012

Visita a Lubango y Tchitundo-Hulo

Después de unos días en Luanda y de haber visitado Kissama, cogimos un avión y llegamos a Lubango, en la provincia de Huila, al suroeste del país. Nada más salir del aeropuerto encontramos a Beto, nuestro taxista particular en Lubango a partir de ese momento. Tras dejar las maletas en el hotel fuimos a Tunda-Vala. Se trata de una fisura volcánica a 1000m de una pradera verde. Pese a su macabro pasado (de ahí arrojaban a los criminales), estar allí arriba da tranquilidad, nada puede molestarte. Nada, salvo si tienes vértigo como mis dos acompañantes. Todo un circo. Y eso que debo decir que N se superó a sí mismo. El pobre J estaba temblando. El paisaje en sí es vertiginoso y además de fondo está la ciudad, una perspectiva totalmente distinta de la misma. 


 (imagina las vistas)

 (acercándonos al precipicio)

 (N ante la inmensidad)

(vista con Lubango de fondo)

Al llegar de vuelta al hotel decidimos ir a comer pero calculamos mal la distancia a pie, menos mal que era cuesta abajo. La subida fue otro cantar, después de una especie de plato de codillo con arroz y papas decidimos subirnos a un candongueiro. Ya conté más o menos como son lo candongueiros pero bueno; en éste J se subió en el asiendo del copiloto, N iba en la parte de atrás “espachurrado” contra otras personas y yo iba en el asiento del cobrador, con medio culo fuera del asiento, el cobrador de pie con el culo fuera de la candonga e inclinado sobre mí para poder sujetarse, ah, ¡y la puerta abierta! Afortunadamente de esa manera condujimos poco y en cuanto hubo hueco me mandaron atrás con N. Cada vez que entraba alguien se nos quedaba mirando como diciendo “Y estos, ¿qué hacen aquí?”

(estos son los candongueiros)


(y el zumito de guayaba en el hotel)

A la mañana siguiente, después del mega-desayuno y ya con C y B cogimos el coche y nos dirigimos a las Cataratas de Hungeria. Pero antes paramos para ver el mirador de la Sierra de Leba, ojito con la carretera de la sierra, todo un espectáculo. 


 (catarata en el lateral derecho de la Sierra de Leba)

 (the world and I)

 (a mitad de camino, mientras subíamos un camión parado...)

(desde el mirador de la Sierra)

El caminito hacia Hungeria es para tomárselo “con las calmas”, llega un momento en que apenas cabe el coche. Y si además te confundes y tienes que retroceder… Bueno el caso es que llegamos, y lo primero era ir a ver las cataratas. Apareció Nohine, un lugareño, y nos acompañó a verlas, no entendía por qué nos íbamos a quedar a acampar por allí (vaya noche de ruidos con los monos). Las cataratas preciosas y a la mañana siguiente junto con Nohine encontraron otras aún más espectaculares, yo me quedé a mitad de camino. Luego un bañito en la poza (los chicos, nosotras consideramos la temperatura). A media mañana a recoger y camino de Tchitundo-Hulo pasando por Virei.

 (el riachuelo que descendía de la catarata)

 (la primera catarata)

 (zona de asentamiento)

 (nuestra hoguerita y sus sillas)

 (subiendo a la segunda catarata)

 (y llegamos)

 (vistas de la caminata)




Tras muchas horas de coche paramos en Virei, y mientras lográbamos hablar con la administradora, comimos en una caseta del pueblo, llena de habitantes de la zona y de algunos miembros de una tribu que alucinaban viendo a 5 blancos comiendo allí con ellos. Y cuando pensábamos que ya todo quedaba cerca, que podríamos ver las pinturas rupestres y volver a Namibe a dormir tranquilamente, resultó que no. Para llegar a las pinturas no había señalización alguna y tampoco un camino propiamente dicho. Las explicaciones que nos dieron: “Sigues por este camino, dejas la montaña a la derecha y coges todos los caminos de la izquierda.” ¡Mentira! O desde luego, les falto algún otro punto porque casi se nos hace de noche y tuvimos que volver al pueblo a que alguien nos ayudara parte del camino (y ni con esas las encontramos). Subimos a una montaña que pensamos que podría ser la acertada y las vistas maravillosas pero ni rastro de las pinturas propiamente dichas. Cuando ya bajamos dispuestos a acampar donde fuera, encontramos a nuestro salvador Kihimu, miembro de los mucubais. Sin hablar portugués logramos que nos indicara donde estaban las pinturas, y que se subiera en el coche para indicarnos exactamente cómo llegar. Una vez allí, nos acompañó hasta ver las pinturas y como ya anochecía le acercamos hasta donde tenían asentado su poblado. 


 (macacos de camino a encontrar las pinturas)



 (20000 años de antigüedad)

 (vistas desde Tchitundo-Hulo)



(y la vista panorámica)

Las indicaciones nos las iba diciendo él, traducción: sacaba la mano indicando por donde tenía que torcer y decía “MM”. Acampamos por allí, alejados pero nos encontraron y compartimos la poca cena que teníamos (la pasta que teníamos pensado cenar se la comió algún bicho) con Kihimu y otros 4 mucubais e intentamos tener alguna conversación. Nos quedó claro que: tenían vacas, que no les cuadraba que fuéramos 2 chicas y 3 chicos y que fuego se dice mullida o mullila; arena, jeque y agua… ya no me acuerdo. A la mañana siguiente nos esperaban las mujeres mucubais, de ellas no sacamos ningún nombre eso sí, encendieron el fuego que N no conseguía y probaron el zumo y las cookies que llevábamos. Una experiencia indescriptible e irrepetible. Cuando salimos de allí pasamos por Namibe y nos dirigimos a la Hacienda donde íbamos a pasar fin de año, pero eso es otra historia. 





(distintas tribus, principalmente en Virei)



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