20 de septiembre de 2012

VWASA MARSH, SIEMPRE TE ENCONTRARÁS IDIOTAS POR EL CAMINO

Cuando dejamos Nkhata Bay tristes, sin mucha gana de ver animales africanos sino más bien seguir reposando sobre hamacas, con la mirada puesta en ese lago cristalino y con la maravillosa compañía que encontramos en Mayoka Village. A esto podemos sumarle el peor momento del viaje, pinchamos una rueda del coche. Afortunadamente aparecieron en la carretera unos paisanos amables para ayudarnos a cambiarla y nos indicaron dónde cambiarla y su precio aproximado, y acertaron. Así como en otros sitios podríamos habernos encontrado con un aumento radical del precio (estafar un poquito al turista), no resultó así. Por arreglar la rueda 800Mk (2’85$, de risa). Una vez arreglada seguimos adelante.
Por fin llegamos a Vwasa Marsh Reserve, el lugar que nos atrajo mientras planeábamos las vacaciones y nos informábamos sobre los lugares y actividades que podíamos hacer. No defraudó. Esta reserva, actualmente gestionada por el gobierno y bastante alicaída, es un lugar en el que se pueden hacer poquitas cosas: descansar, observar, y como única actividad organizada ruta a pie. Las personas que trabajan en la zona del alojamiento  residen además dentro del parque con sus familias. Vwasa está situado en la zona norte de Malawi y termina en la frontera con Zambia (también en un parque natural). Con anterioridad estos dos parques tenían muchos problemas debido a los cazadores furtivos que una vez traspasaban la frontera de un país u otro no podían ser juzgados por sus delitos. Afortunadamente ambos parques han llegado al acuerdo de que pasen o no esa frontera, estos cazadores podrán ser detenidos y juzgados preservando así a los animales de los parques (y el sentido común).
Aquí no acampamos, por primera vez en todo nuestro recorrido malauí. Frente a las cabañas puedes ver un laguito pequeñito (más bien una estanca grande). Encontramos un grupo de 4 alemanes de visita, estaban en la única zona donde se podía estar, el dinning, y a ellos nos unimos. Pasamos un buen rato observando a los hipopótamos que descansaban (porque no hacen otra cosa) plácidamente en el agua y a los elefantes tras ella, las gallinas de guinea y algún impala.

Los elefantes al llegar a Vwasa

 Una de las familias de hipopótamos 
por fin fuera del agua

Monos bebiendo agua



Tan pronto estábamos mirando al agua como por el rabillo del ojo vemos aparecer a dos elefantes a buen paso. Nos quedamos realmente helados, sabíamos que en Vwasa podríamos verlos cerca, pero no nos los esperábamos tan de repente. Así pasamos el resto de la tarde, impresionados. 

Primeros elefantes muy de cerca



En Vwasa no hay electricidad así que a partir de las 6 sólo pudimos escuchar a los animales y admirar el cielo estrellado. Cenamos la comida que llevamos y nos prepararon a la luz de la vela (había 2 para una mesa de 6, así que solo había una que nos alumbraba). Llegaron otros dos alemanes, Lisa y George (era más fácil llamarle George). Ellos sí montaron la tienda junto a una cabaña.

 Atardecer en Vwasa

La noche pasó tranquila y a las 7 de la mañana salimos los 8 para hacer la ruta con nuestro guía. Al igual que en Majete, el guía estaba perfectamente preparado, ofreciéndonos toda la información posible (¡con su nombre en inglés, en chichewa y científico!).  Paseamos, nos mostró árboles, pájaros y una nueva (para nosotros) especie de ciervo, un puku que se había unido a una manada de impalas.

 Vistas desde la cabaña al levantarnos

 Vistas desde el dinning

 Sausage tree (árbol de la salchicha) 
cada fruto pesa 10k

 En su medio habitual

 Puku (más oscuro que los impalas)

¿Era la temporada seca no?

 Huella de un hipopótamo, 4 dedos

 Huella de elefante

 Navegando entre hipopótamos



Cuando íbamos volviendo hacia nuestro punto de inicio, paramos junto a la orilla para ver una familia de hipopótamos que, para variar, descansaban en el agua. Además nos contó una maravillosa historia sobre el por qué de los hipopótamos.
“Los animales de que habitaban la tierra se burlaban de los hipopótamos porque eran animales muy gordos. Entonces los hipopótamos le pidieron a Dios que por favor les dejase quedarse en el agua. Dios se negaba porque decía que se comerían a los peces. Los hipopótamos juraban y juraban que no se los comerían. Pero Dios no se fía y se negaba. Entonces los hipopótamos le prometieron que si les dejaba vivir en el agua se pasarían el día abriendo la boca hacia el cielo para enseñarle que no había peces en su boca y removerían la cola al hacer caca y así la esparciría para demostrarle que no había espinas de pescado en sus restos. Entonces Dios cedió y les permitió estar en el agua”. ¡Graciosa y curiosa cuando menos es!

 Familia de hipopótamos frente al dinning

 Así le enseñan a Dios su promesa

Regresamos al dinning y así como el grupo de alemanes se marchaba, Lisa, George, N y yo comimos y descansamos. Después de eso volvimos al dinning (como ya dije, no había nada más que hacer); y otra vez, mientras admirábamos a los hipopótamos aparecieron, esta vez 3 (dos adultos y otro joven), elefantes a buen paso. Pero aminoraron la marcha en cuanto detectaron nuestro coche junto a la cabaña. Se pararon a mirarlo. Y el joven siguió adelante. Se pararon a 2 metros del dinning (3-4 metros de nosotros) y nos observaron mientras les tirábamos tropecientas fotos. Se adelantaron a la zona de delante (pero a la misma distancia) y con cada click de la cámara nos miraban más. Nos quedamos quietos y en silencio, evitando hacer cualquier movimiento que pudiera hacerles sentirse amenazados. Cuando su curiosidad se sació se marcharon y nos dejaron con el corazón palpitante y una excitación inexplicable. No pudimos hablar de otra cosa en el resto del día.

 
 Aparecieron por un lateral

 Se acercaron mucho 
(éste es el árbol de la siguiente historia)

¡Pero mucho!

 ¡Mucho mucho mucho!
Lamentablemente esta experiencia quedó en segundo plano cuando por la noche llegaron dos señores (de unos cincuenta y tantos), un italiano y un francés. Pero empecemos con la historieta desde el principio. El italiano y el francés llegaron cuando ya había oscurecido y aún así plantaron su tienda junto a otra cabaña (distinta de la de Lisa y George). Durante la cena, como con el resto de turistas, nos estaban contando sus aventuras cuando oímos ruidos a nuestro alrededor. Para saber qué había fuera del dinning había que encender la linterna y enfocar al lugar del que procedían los ruidos. ELEFANTES, una buen grupito. Pero a uno de ellos esta luz no le gustó, se reviró y se dirigió hacia nosotros corriendo, pero como ya dije en la segunda entrada sobre nuestra aventura en Malawi (GO GO GO), no atacan directamente (por suerte!). El elefante hizo todo el repertorio de amenazas (mover las orejas, tirar arena, barritar…) mientras el tonto (se admiten otros calificativos) del italiano seguía flasheándole la linterna a los ojos, hasta el punto en que dejó caer todo su cuerpo sobre el árbol que teníamos cerca. Por fin conseguimos que el italiano dejara la linternita, pero siguió un rato a voces. Una vez que se cayó, el elefante se alejó con su grupo y no regresó. Imagínate que estas en la más absoluta negrura y alguien te enciende y apaga la luz de un flexo enfocado a los ojos, ¿cuál sería tu reacción? Y tú no eres un elefante, no pesas 5 toneladas. En todo nuestro viaje, este incidente fue el peor, el que nos hizo pasar miedo; y todo por la irresponsabilidad de un inconsciente que no sólo se la jugó sino que puso en peligro a las personas que le rodeaban. Después de una cosa así, todos los ruidos de la noche te inquietan (y eso que dormíamos en la cabaña). Si eliminamos esto, más que nada a éste individuo, Vwasa Marsh fue la experiencia más apasionante de todo el recorrido. Con esto no queremos decir que los otros sitios visitados no fueran suficiente, pero esto era salvaje y real.

Panorámica desde el dinning


Solo quedan dos entradas para terminar nuestro recorrido por el paraíso, no te lo pierdas. 

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